viernes, 14 de octubre de 2011

Sacrificio


Jack comenzó a pasearse por la sala, en círculos, pasando por detrás de las sillas en las que estábamos presos. Gabrielle y Yo le mirábamos desafiantes, a falta de poder movernos. Jack parecía estar disfrutando con el, sin duda, patético espectáculo que estábamos ofreciéndole. Pero si íbamos a morir, al menos, lo haríamos con dignidad.
Se hizo un silencio sepulcral en la sala y una figura, que hasta entonces se había mantenido en la sombras, avanzó hacia el círculo.
Felis.
Sentí una rabia incontrolable y le miré con todo el desprecio del mundo. En ese momento, Avril alzó la cabeza. Leí en sus ojos que aquello era demasiado para ella. Pero Avril es, y siempre será una mujer orgullosa. Así que levantó la cabeza y escupió a la cara de un atónito Felis.
Por un momento, temí que fuesen a darle una bofetada a Avril, pero Felis se limpió la cara con la manga y miró a Avril con una mezcla de comprensión y tristeza.
-Cerdo asqueroso- Susurró Avril, concentrando todo el desprecio del mundo en su voz.
-Avril yo...Trata de entenderme- Suplicó Felis.
Pero nadie pensaba premiar a un traidor con comprensión. No entonces.
-Bueno, ya me he cansado de tanta palabrería- Protestó Jack -Da comienzo al ritual, Felis. Por favor- La última palabra de sus labios salió envenenada y cargada de amenaza.
Felis le dirigió una última mirada suplicante a Avril y luego, se desplazó hasta el centro de la sala. Hechizos formulados en lenguas prohibidas comenzaron a fluir por sus labios.
Al cabo de diez minutos, paró.
-Deberán morir por el orden de legada de sus antepasados angélicos a la tierra-
Suspiré, algo aliviado. El primero en llegar había sido Lucibelle.
Felis se acercó a la chica del cabello rubio. Hasta entonces, no me había dado cuenta del enorme cuchillo que tenía en las mano.
La chica levantó la cabeza. Era guapa. Tenía los ojos azules y grandes, y los rasgos de la cara finos. Ni siquiera se movió cuando Felis le colocó el cuchillo en el pecho. Sus ojos suplicaban clemencia, pero sus labios permanecieron sellados.
Felis miró a Jack, como pidiéndole permiso. O pidiéndole clemencia para ella.
-Sea- Susurró Jack. Aunque su voz había pronunciado esas palabras, sus ojos decían todo lo contrario.
La chica cerró los ojos y Felis suspiró. A mi lado, Gabrielle sollozó y apartó la mirada.

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