miércoles, 8 de febrero de 2012

Presente Segundo: Hacia una nueva vida


"Todos estuvieron de acuerdo en que Isabelle se presentara Caronte, ya que, si tenía cadena y sabía utilizarla, sabría trabajar allí.
Así pues, el primer lunes tras mi vuelta, conduje a Is hasta la imponente sede de Caronte.
Nos conocíamos de una semana, pero a mí me parecía conocerla de toda la vida. Sabía que su color preferido era el rojo, que le gustaban los gatos y le daban miedo los perros. Que le gustaba la lluvia, el frío y los libros de cuentos, y que, por las noches, tenía siempre la misma pesadilla. Ella afirmaba que, en su pesadilla, se despertaba en una cama enorme con dosel, alertada por ruidos que provenían del exterior. Se levantaba y se dirigía hacia la puerta. Tras la puerta, había unas largas escaleras de caracol. Las bajaba rápidamente, y al final de las mismas, se encontraba lo que ella definía como “Una verdadera batalla campal”. En su sueño, había muchos hombres luchando, matándose entre ellos. De repente, una enorme angustia le invade. Tiene que encontrar a alguien, pero no recuerda su nombre. Recorre toda la casa en busca de esa persona, y al fin la encuentra. Está abriendo una puerta. Entonces, Isabelle grita y acto seguido, el desconocido sin rostro abre la puerta. Un enorme agujero se abre bajo sus pies y se la traga.
Esta pesadilla la tenía todas las noches y Victoria creía que tenía algo que ver con su pasado. Pero ella solo conseguía recordar eso (Si es que era un recuerdo, realmente). Siempre estaba pensativa, intentando recordar algo, por eso yo encontraba maravillosa cualquier excusa que la entretuviese un rato de sus oscuros pensamientos. Por eso, estaba encantado de poder enseñarle la Sede de Caronte a Isabelle. Estaba seguro de que le iba a encantar.
Pero, en contra de todo pronóstico, cuando estuvimos frente al edificio, sus ojos se oscurecieron y percibí un leve temblor en ella.
-¿Estás bien, Is?-
Ella se volvió hacia mí, confusa.
-Sí, es solo que…Me parece haber visto este edificio antes-
-Eso es imposible- Dije riendo –Este edificio es único. Lo construyó un arquitecto específicamente para los fundadores-
Su rostro se ensombreció –No me refiero a que lo haya visto en otro sitio, Gilbert. Me refiero a que yo he estado aquí-
Antes de que yo pudiera reprocharle nada, una aguda voz femenina pronunció nuestros nombres.
-¿Gilbert e Isabelle Roodsworth?- Preguntó una mujer de mediana estatura, con el semblante serio y pinta de tener más años que Matusalén.
Era la Señora Quiuts, la secretaria personal del jefe del departamento de búsqueda y la mujer más inexpresiva sobre la faz de la tierra.
Compuse mi mejor sonrisa.
-Sí, somos nosotros-
-Síganme, por favor-
A pesar de ser vieja y baja, la señora Quiuts andaba muy rápido, así que Is y yo comenzamos a andar a trompicones para lograr alcanzarla.
-¿No son ustedes un poco jóvenes como para estar casados?- Preguntó, tras un tiempo recorriendo en silencio los angostos pasillos del departamento - ¿O es qué son más mayores de lo que aparentan? Porque últimamente, es imposible atinar con la edad de cada uno, ¿Sabe usted?-
Is se sonrojó y procuró mirar hacia otro lado. Yo le sonreí a la anciana, que nos miraba con cierto aire de sospecha.
-No, señora Quiuts, no es mi mujer. Isabelle padece de amnesia, así que, hasta que no recuerde su apellido, se está quedando provisionalmente con el mío-
La señora Quiuts le dirigió a Is una mirada de lástima, molestando un poco a Is, que volvió a apartar la mirada. No le gustaba que se compadeciesen de ella.
-Ustedes vienen para que se les asigne un grupo dentro del departamento, ¿Me equivoco?-
-No, no se equivoca- Seguí sonriendo –Somos los sustitutos de el grupo 13, del cual tres miembros se retiraron y dos están desaparecidos-
La pobre señora bufó algo sobre “En mis tiempos…” y se detuvo frente a una sala en cuya puerta colgaba un letrero con un número. “13”. Entramos.
La sala era amplia, con varios escritorios y una gran chimenea al fondo. En el centro de la sala, se distinguían varias figuras que detuvieron su conversación cuando Isabelle y yo entramos.
La figura más pequeña, una muchacha con el cabello rubio rizado y los ojos violáceos, fue la que se nos acercó primero.
-¿Los Roodsword?- Asentí con la cabeza – Por fin, sois los últimos en llegar. Mi nombre es Scarlett Dawnrain, y ellos son mi guardaespaldas personal, Zero Breg- Dijo señalando a un tipo alto, con el cabello cano y los ojos rojizos que aparentaba tener no más de treinta - Oswald Lochdusk- Y señaló a un jovencito rubio, de ojos esmeralda y semblante alegre- Y su demonio, Eille – Eille resultó ser un demonio con forma humana, como Victoria. Aparentaba la forma de una muchacha de unos quince años, con el pelo largo, rubio blanquecino y los ojos azules.
-Encantado, yo soy Gilbert Roodsword y esta es mi…Acompañante, Isabelle-
Cuando quise darme cuenta, Zero se había aproximado a Is y la escudriñaba curiosamente.
-¿Nos hemos visto antes?- Preguntó con la voz ronca.
Antes de que Is o yo pudiésemos reaccionas, Scarlett le agarró por el abrigo y le empujó hacia atrás.
-Disculpadle, es un poco mujeriego, no se lo tengáis en cuenta-
Pero yo lo había visto en sus ojos, y estoy seguro de que Isabelle también. Un brillo oscuro, extraño, distante…Aquel hombre no mentía. Conocía a Is.
La miré y vislumbré el brillo de la esperanza en su mirada. Si aquel hombre había conocido a Isabelle, quizás podríamos descubrir algo sobre su pasado.
Isabelle se adelantó hacia Zero.
-¿Dónde me viste?-
La mirada de Zero se ensombreció.
-No, olvídalo, fue hace mucho tiempo, no podías ser tú-
Isabelle y yo nos miramos, defraudados. Aún no podríamos desenterrar nada de su misterioso pasado.
-Debí confundirme, lo siento- Dijo Zero, volviendo a sonreír.
-Ejem. No quisiera interrumpir vuestra agradable “charla” - Refunfuñó Scarlett –Pero tenemos trabajo-
-¿Trabajo?- Pregunté extrañado –No me llegó ninguna notificación a casa. Se supone que hoy sólo íbamos a hacer las presentaciones-
-Así que… ¿Tú eres el jefe de la brigada?- Preguntó Zero.
Asentí.
-Bueno, “jefe”- Prosiguió Scarlett, remarcando la última palabra –Nos ha llegado una notificación hace media hora escasa-
-¿Qué decía?- Pregunté alarmado. Normalmente, los grupos que acababan de empezar no recibían misiones hasta que hubiese pasado una semana de su formación como grupo.
-Es una misión de inspección, nada más- Dijo Oswald, sonriendo – Nos mandan a las afueras, a revisar el descampado que hay enfrente de la mansión de los Olsen. Dicen que detectaron un demonio la semana pasada por allí, y todos lo están buscando como locos-
La información que me dio Oswald me tranquilizó un poco. Era un poco más normal que nos enviasen a una misión de reconocimiento. Aunque no era normal del todo. Debían de creer que éramos un grupo muy capacitado, o es que andábamos realmente escasos de personal.
-Bueno, antes de partir hacia allá, me gustaría que me mostraseis vuestros correspondientes demonios-
Como jefe del grupo que era, tenía que conocer a mis “ayudantes”, digamos, y por supuesto, a sus correspondientes demonios.
El demonio de Scarlett era una yegua negra, que tenía el poder de trasladarse en el espacio. El de Zero era una gran armadura. Su poder era el mismo que el del mío. Era un demonio asesino. Por último, Eille era una cadena que tenía la capacidad de convertirse en cualquier tipo de arma.
-Bueno, hechas ya las presentaciones, podemos irnos-"

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