sábado, 14 de enero de 2012

Presente Primero: Isabelle


"Supongo que todo comenzó el día en que conocí a Isabelle. .
Desde que nuestros padres murieron, mi hermano mayor, Xeno, y yo vivimos juntos en la casa familiar. Cuando Xeno comenzó a trabajar en Caronte, yo me quedaba solo en casa durante largo periodos de tiempo, porque a los novatos les mandan las misiones que se desarrollan lejos y durante un largo periodo de tiempo. Un día, Xeno volvió del trabajo acompañado de una bella mujer, de largos cabellos dorados y ojos violetas, llamada Victoria. Yo por entonces solo tenía diez años, y nada más verla le pregunté que si era la novia de mi hermano. Xeno se sonrojó y me fulminó con la mirada. La señorita rió.
-No soy su novia, cielo. Soy su demonio-
Victoria es una de los pocos demonios que conozco que tienen como vínculo un cuerpo humano. Parecía una humana normal, de no ser por el brillo rojizo de su mirada y de que no sangraba. Por lo demás, era bastante amable, y pronto se convirtió en una "sustituta" de mi madre, que murió cuando yo tenía 5 años.
A los quince años, yo mismo ingresé en Caronte. Tras bajar al Hades, hice un contrato con un demonio cuyo vínculo era un cuervo. No es un animal excesivamente amenazante, ni peligroso, pero el escudo de armas de mi casa, la casa Roodsword, está formado por un cuervo y dos espadas cruzadas. Por eso un cuervo me pareció lo más apropiado. Realmente, el demonio que se vinculó con mi cuervo se llamaba Rhave, y era un demonio asesino.
Me explico. Cada demonio tiene un poder "especial", que van desde los más tontos hasta los más útiles. Las capacidades más comunes entre los demonios son la capacidad de moverse entre dimensiones y la capacidad de volverse invisible. Las cadenas asesinas, como la mía, son muy difíciles de encontrar. El poder de Victoria, por ejemplo, era el de transformar sus dedos de las manos en largas lianas con espinas venenosas, con las que podía asfixiar al contrincante o envenenarlo, o ambas cosas.
Cuando yo acababa de ingresar, mi hermano ya era jefe de la decimoséptima brigada, y tenía un puesto fijo en la ciudad. Sin embargo, yo como novato, estuve realizando misiones por medio mundo durante un año y seis meses.
Mientras estaba fuera, Victoria me escribía cartas contándome las últimas novedades (que normalmente, no eran demasiadas) y diciéndome que ella y Xeno estaban bien, que no me preocupase por nada. Yo para entonces ya sospechaba que mi hermano y Victoria tenían una relación que iba más allá de poseedor y demonio, pero jamás me atreví a entrometerme en la vida de mi hermano mayor.
Pero un día, Victoria me escribió contándome que, durante una de los reconocimientos de poseídos matutinos, se habían encontrado a una chica tirada en el suelo de un callejón. Al parecer, la chica no recordaba nada de lo que le había pasado, solo su nombre. Isabelle.
También me contó que Isabelle tenía un vínculo con un demonio en forma de gato negro, a pesar de que la chica no aparentaba más de quince años. Isabelle les contó a Victoria y a Xeno que había realizado el vínculo cuando tenía quince años, pero que en realidad tenía dieciocho. En Caronte, ingresamos a los quince años, pero no nos dejan realizar el vínculo hasta que tenemos, como mínimo, diecisiete. Lo más extraño es que, para hacer un vínculo con un demonio, hay que ingresar en Caronte, a la fuerza. No existe otra organización que se encargue de los vínculos.
Aquella chica no pertenecía a la organización. Y según Victoria, la chica decía la verdad. Su cadena le obedecía a ella y no viceversa.
Tras cumplir mi año y medio de misiones fuera, regresé a casa. Al llegar, solo pude sonreír, recordando los años que había pasado en aquel viejo caserón. Pero también me entristeció recordar que en aquella casa habían muerto mis padres, quince años atrás.
La puerta estaba abierta, así que entré y comencé a recorrerla, aspirando el olor a libros, flores y perfume de Victoria que despedía la casa.
Me dirigí a mi habitación preferida en toda la casa. La biblioteca. Supongo que os extrañará el hecho de que me dirigiese directamente a la biblioteca, y no a mi cuarto, o al cuarto de Xeno para saludarle. La verdad es que, a lo largo de aún corta vida, no he tenido muchos hogares. Es más, ni siquiera cosideraba aquella casa como mi hogar. Pero la biblioteca tenía algo...Algo que me hacía recordar. También había sido la sala favorita de mi padre, y contenía más de mil tomos de todas las temáticas posibles. Desde libros de recetas hasta libros de aventuras, pasando por las novelas históricas y las de misterio.
Fue entonces cuando la vi.
Estaba recostada en el sofá que está situado al lado de la chimenea. Tenía un libro de cuentos en las manos y acariciaba distraídamente a un gato negro que ronroneaba en su regazo. A simple vista, me pareció una muñeca de porcelana gigante. Su largo cabello, negro y liso, estaba recogido en una larga trenza que le llegaba por debajo del pecho. Su piel era blanca y tersa, y sus ojos, fijos en el libro, eran de un color rojo sangre que me recordó al atardecer. Iba vestida con un sencillo vestido blanco (Probablemente, confeccionado por Victoria, a la que le encantaba coser) y era gradualmente bajita, aunque, dicho por mí, que mido un metro ochenta, quizás no tenga demasiado sentido. Calculé que me llegaría aproximadamente por debajo del hombro.
De repente, Isabelle levantó la cabeza y me miró. Sus ojos me escrutaron unos segundos en silencio, desde mi revuelto cabello negro, hasta mis bastas botas, negras también. Sus rojizos ojos se posaron en los míos negros un segundo más de los necesario y noté como me sonrojaba. Ella sonrió.
-Tú debes de ser Gilbert ¿Verdad?- Asentí cautelosamente. Su voz sonaba como la de una mujer madura. No pegaba nada con su aspecto - Te pareces mucho a tu hermano -
- ¿Dónde están Xeno y Victoria?- Pregunté, intentando no mirarla a los ojos.
- Están en una misión, pero me han dicho que volverán dentro de una hora o dos- Me sonrió y me hizo un gesto con la mano para que me sentara a su lado. Asentí obediente, y me senté a su lado. En cuanto me senté, el gato se puso a bufar.
-Tranquilo, Chess, es un amigo- Acarició el lomo del gato y este volvió a tumbarse, aunque me miraba de reojo de vez en cuando -Es muy sobreprotector- Me dijo Isabelle quiñándome el ojo.
- Tú debes ser Isabelle ¿Estoy en lo cierto?- Pregunté, intentando que no viera que me había vuelto a sonrojar.
-Llámame Is, por favor. Todos lo hacen-
Se hizo un silencio incómodo y entonces, Is me tendió el libro de cuentos. "Alicia en el país de las maravillas".
-¿Me lo lees?-
Me quedé bastante sorprendido por su propuesta, pero no pude resistirme a sus tristes ojos escarlata. Se lo leí.
Según Victoria me contó el día siguiente, nos habían encontrado a Isabelle y a mi dormidos en el sofá de la biblioteca. Xeno se había ocupado cuidadosamente de llevar a Isabelle a su cuarto mientras Victoria me tapaba con una manta, para que no cogiese frío. Me dijo que fue un poco complicado, ya que yo me había quedado dormido en su regazo y su mano rodeaba mi cuello."

1 comentario: